¿Es qué algo cambió después de las elecciones o no cambió nada o no sé darme cuenta?
Lo urgente y lo importante. Cuando todavía no está definido del todo el nuevo escenario político ni los actores como interpretarán su papel y para quién o para qué público lo harán, vuelven al tapete los temas de siempre: la crisis mundial y la argentina, la intransigencia del gobierno y el doble comando, las discusiones en la oposición y con el oficialismo, el poder de la CGT y la impotencia de su oposición, las estadísticas de la gripe A y las del INDEC; en fin temas que sólo tienen de nuevo, y esto está por verse, el escenario y la caracterización de los actores. ¿Son temas urgentes? Sí. ¿Son temas importantes? Algunos a lo mejor sí. O todos según como se miren. O todos no. ¿En qué quedamos? Pienso en voz alta:
Construimos un dique sin tener modelo y un proyecto que nos guíe. Mientras, comienza a filtrar agua que amenaza la integridad de la obra. La angustia nos obliga a tapar los orificios YA. Podemos, pero por poco tiempo: nuevos orificios y mas angustias. Y una omisión grave debido a la urgencia: mientras tapábamos los agujeros el resto del dique, que no veíamos, se deteriora sin darnos cuenta casi; no podíamos pensar en qué queríamos construir y cómo hacerlo. ¿Son importantes los agujeros? No: urgentes. ¿Qué es lo importante? La visión del dique que debemos construir y cómo hacerlo bien. Nunca lo urgente debe postergar lo importante. Ya sé. Es un lugar común. Tan común como que vivimos haciéndolo. ¿Qué es lo importante que postergamos?:
Definir políticas de estado que conformen el Modelo que debe ser contenido por los proyectos que sean alternativos para, mediante su construcción, interpretarlo, y
Dar participación concreta y efectiva al ciudadano.
Modelo de País. Está claro que de una manera u otra existe un Modelo Argentino. De una manera u otra, digo, pues su definición o formulación no creo que sea, a su vez, ni explícita ni comprensible a todos; existe sí, pero sin proyectos que lo contengan por lo que marchamos hacia él de manera errante y dificultosa. Como quién emprende un viaje sin conocer a ciencia cierta su destino. El Modelo hasta debería poder sintetizarse en una frase o mejor, en un lema que lo identifique.
Nuestra Constitución Nacional es la Ley Fundamental que da fundamento a todas nuestras leyes, a nuestras normas de convivencia. El sistema de gobierno que define como “Republicano, Representativo y Federal” es identificatorio de nuestro Modelo. La Constitución es su definición. Pero entonces… ¿hay o no hay Modelo?
Por lo que puedo leer de politólogos y periodistas importantes, y coincido con ellos, casi no existen políticas de estado que garanticen que a lo largo del tiempo y mediando variedad de proyectos y programas de gobierno, el Modelo sea respetado gracias y a pesar, a veces, de la impronta de gobernantes y opositores. Pareciera que aún con políticas de estado adecuadas no se han encontrado ejecutantes idóneos para llevarlas a cabo.
Pregunto –y no contesto yo en esta oportunidad, sería bueno que lo hiciera algunos de Uds.-, es que… ¿A meses del Bicentenario somos un país Republicano, Representativo y Federal?
Si es que tenemos un Modelo, estamos desarrollándonos como si no fuera así. Los proyectos ofrecidos como alternativa ni lo interpretan ni podrán hacerlo nunca mientras sus autores lo ignoren (¿exprofeso?) El País los estamos construyendo sin los instrumentos fundamentales. Y los destinatarios, los usuarios, los dueños, los que pagan con su vida, los ciudadanos: ¿Qué papel jugamos?
Democracia, “Politicocracia” y “Dedocracia”. Lo que pareciera que nunca va a suceder es que se arbitren medios prácticos y eficientes para la participación del ciudadano. Esta vez no hubo tiempo siquiera para elecciones internas que, de haberlas habido, habrían posibilitado la participación de los afiliados a un partido político. Las internas abiertas están momentáneamente suspendidas por lo que los ciudadanos sin filiación política están hoy por hoy excluidos.
Cabe preguntarse ya no sobre quién determinó que uno u otro fuera candidato, sino cómo se constituyeron las autoridades partidarias, cómo y cuándo han revalidado sus títulos y cuáles han sido las características de sus campañas y de las elecciones internas que los ungieron. O sea: ¿qué proyecto de gobierno, en cualquiera de sus niveles, encuadrado dentro de su ideología pero intérprete del Modelo Argentino ofrecieron? ¿O a cuál adherían?
Pasaron las elecciones ¿ha pasado entonces el tiempo de dar participación al afiliado o al simpatizante? ¿Tienen intención los partidos políticos de democratizarse? ¿O seguirán siendo conducidos desde la “politicocracia” o gobierno de los políticos? Es fundamental que comiencen a dar muestras de no querer seguir conduciéndose así, al margen de los que tienen que servir. Que atiendan lo urgente de la gestión del país desde el rol que les toque, pero que, si ya convinimos en lo fundamental que es para el país que definan su proyecto, no lo es menos que se desvivan por conseguir que sus adeptos participen activamente en su definición.
En 1991 tuve la osadía de preguntar al Dr. Raúl Alfonsín en una entrevista que le realicé, si era verdad que para los partidos políticos la democracia era como “el chicle, que se tiene siempre en la boca pero que no se traga”. Y se enojó. Si no hubiera tenido yo razón habría aleccionado con su serenidad habitual, pero se enojó. Hoy todo sigue igual que entonces. La dirigencia de los partidos políticos no es elegida a partir de ideas que desde su visión ideológica aporten al proyecto de país o por sus dotes de conducción y liderazgo y mediante el reconocimiento democrático de sus adherentes, sino por méritos de cuestionados valor y reconocimiento. Es la “politicocracia con dedocracia”: el gobierno del político profesional sustentado por el dedo del poderoso de turno. ¿Qué hay excepciones? Las habrá seguramente, pero no dominan el escenario de nuestra política.
Como no puede ser de otra manera esta realidad partidaria se traslada directamente a los Poderes de la República. Si los partidos políticos no facilitan al ciudadano la participación activa en la elaboración de proyectos y en la elección de sus ejecutores en el marco de la homogeneidad ideológica de su organización, menos podrá hacerse desde la pluralidad de los Poderes y cuando es casi imposible arbitrar medios de comunicación eficientes entre representados y representantes. Como agravante quienes han de representar al ciudadano han sido elegidos mediante la aplicación de la “político-dedocracia”, bien que lo saben y mal que pueden, entonces, sentir que están representando a alguien: en el mejor de los casos responderán al poder que ejerciera la dedocracia que los ungió.
Para Terminar. No quiero finalizar sin hacer referencia por la vinculación que puede encontrársele con estas líneas, a una nota publicada por el diario La Nación y que podrán leer siguiendo el vínculo indicado en “Vínculos de Refencia en Textos” y cuya lectura recomiendo enfáticamente. Mario Bunge plantea allí con mucha claridad un tema que debería discutirse rápida y profundamente en Argentina: es importante, no urgente.
jueves, 23 de julio de 2009
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1 comentario:
Buenísimo. Gracias por ayudarme a pensar.
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